Revisando el blog del pastor Ricardo Godin, me encontré con esta entrada que nos aporta elementos interesantes para meditar en el rumbo de la Iglesia en los tiempos que vivimos y vendrán. Este es el resumen:
Entré en una sala de billar y sentí náuseas. Un vértigo invadió mi cuerpo. Las mesas verdes repartidas por todo el amplio espacio me recordó a una morgue llena de cadáveres. Yo estaba en Inglaterra.
¿Por qué una morgue? Me explico. Esa sala era la nave de una iglesia. Sin embargo, la congregación disminuyó en los últimos años y el edificio tuvo que ser vendido.
El pastor que me guió en la visita inusual en Inglaterra informó que un gran número de iglesias disminuyeron su membresía y por lo tanto murieron y cerraron. Debido a los altos costos de mantenimiento, los edificios son buscados por los comerciantes y los mayores compradores, según él, son musulmanes, los propietarios de tiendas y bares antiguos y discotecas.
Difícil para un pastor para ver convertida en un bar el púlpito. Es triste leer entre borrachos, inscripciones de textos bíblicos tallados en piedra – Nosotros predicamos a Cristo crucificado – La sangre de Cristo nos limpia de todo pecado.
Miré hacia atrás en el tiempo. Recordando: esa iglesia, fue fundada en el avivamiento Wesleyano, y habían experimentado la vitalidad espiritual. En ese tiempo fueron colocadas placas de granito y mármol, fijadas en las paredes, llevando los nombres de los pastores de renombre que predicaron en el altar – que ahora sirve de bar de whisky.
Estuve allí en un sábado, y el espacio estaba lleno de hombres vacíos. Me pregunté a mí mismo: ¿Qué mató a esta congregación?
En América, al igual que en el avivamiento Wesleyano, el movimiento evangélico crece con tasas sorprendentes. No se puede negar la efervescencia religiosa que tenemos. Las periferias de las grandes ciudades están llenas de iglesias evangélicas, todas llenas. Las grandes denominaciones compran estaciones de radio y televisión. Cantantes evangélicos que graban y venden igual o mejor que los cantantes seculares. Están publicados cientos de innumerables revistas y títulos de libros. Librerías venden baratijas religiosas (llaveros, calcomanías, churros, gaseosas, himnarios, etc).
Pero entre los formadores de opinión – los periodistas, bloggers, académicos – la credibilidad ética de las iglesias se encuentra en las proximidades de cero.
Esta realidad produce desarrollos preocupantes. Si, con toda la rigidez doctrinal del protestantismo Inglés, el metodismo y la ética de la propia disciplina anglosajona esas iglesias murieron, puede suceder lo mismo con nosotros?
Por desgracia, sí. Insisto: las razones que se acabaron a muchas congregaciones europeas son diferentes, obviamente. Allí, la reacción anticlerical fundamentada en la filosofía naturalista aceleró los procesos de secularización. Universidades fomentaron enorme antipatía hacia todo lo que no encajaba en el esquema lógico y racional. Etc…
Entre nosotros, ¿Qué amenaza el movimiento evangélico?
La propia estructura teológica e institucional que hemos construido
Todo aquel que visite un templo evangélico tiene la oportunidad de darse cuenta de la adoración que se profesa, es parecida a la que se le ofrece a una deidad en una tribu. Esa deidad se le adora y venera porque ayuda a prosperar financiera mente, y está ligada a la curación y a la solución de problemas inmediatos.
Podríamos decir que el Dios al que adoramos en nuestros templos, no es más que un ayudante celestial, al que accedo para que logre solventar mis obligaciones.
Los pastores buscan domesticar a la membresía, pues parece que tiene miedo, tal vez, porque no se logre cubrir los gastos de las instalaciones de la iglesia y está buscando ampliar la obra de Dios con dos estacionamientos y más salas o porque no se logre reunir para sus suntuosos gustos.
La adoración en el movimiento evangélico es antropocéntrica. Mientras prevalece la catarsis colectiva con testimonios extravagantes de milagros, surge una pregunta: ¿Qué acaso Dios es un estimulante químico? Los pastores no se molestan en transgredir el mandamiento de tomar el nombre de Dios en vano. Milagros, inflados por la manipulación, revelan la falta de reverencia.
No debemos olvidar que el descuido de lo sagrado es arma de doble filo.
El movimiento evangélico muestra poco cuidado con la jerga y sus clichés. Estos se copian y repiten sin mucha preocupación por su contenido. Algunos, vacíos, sólo sirven para crear el frenesí o para demostrar la certeza de líder. En algunos templos se repiten frases hasta la saciedad solo para ocultar la falta de preparación bíblica y teológica. No hay nada como una frase lista para justificar la pereza.
Hay un claro interés para elevar la temperatura emocional del culto, pero no para desarrollar el pensamiento crítico. Se generan triunfalismos, pero no se proporcionan herramientas para transformar la situación social.
Reuniones espectaculares envenenan al movimiento evangélico como una droga fuerte. Esa que es alienante en cada bocado y crea más dependencia, dando la sensación de que el próximo efecto será mayor que el primero. ¿Cómo será la próxima reunión? Tiene que ser más espectacular que la anterior. Muchas iglesias buscan un mensaje que sostenga el auditorio.
¿Qué perspectivas teológicas ciernen sobre el futuro del movimiento evangélico?
La mezcla de medios y fines se intensificará más. La idea de que el fin justifica los medios ha crecido y es una práctica, con la premisa de justificar cualquier comportamiento poco ético.
Es Grave, hoy no se sabe si la iglesia existe para recaudar dinero o si el dinero es un mero instrumento para continuar con la misión iglesia.
¿La música es para adorar, entretener o divertir? ¿Los libros publicados por pastores son negocio propios o para compartir ideas que ayuden a la santidad? ¿Los programas de televisión están dirigidos a divulgar “mi” ministerio o iglesia o para proclamar el mensaje de salvación? La respuesta ya no es fácil encontrarla.
Jesús no negocio con las mesas de los que cambiaban dinero por estar en desacuerdo con el servicio que prestan a los peregrinos que adoraban en el templo. Interesante, Jesús encontró que hay, medios y fines y que estos muchas veces se confunden.
La obsesión por el dinero, la fama y la carrera desenfrenada a la pasión por números y títulos son realidades que nos complican. La confusión entre medios y fines, ya ha comenzado el proceso de implosión del movimiento evangélico y nos recuerda que quizá, su fin está cerca. Todo se vale para mantener el espectáculo de la fe.
Cuidado: El hecho de crecer numéricamente, y tener grandes salas de reunión en hoteles y potentes edificios, no inmuniza al movimiento evangélico de los peligros que le acechan. Al contrario lo expone más. Cuanto más el movimiento crece, más vulnerables se vuelve a la cultura que lo rodea; y entre más parecido a la cultura, menos atrevido se vuelve para tratar de transformarla.
Estas pequeñas desviaciones de hoy pueden convertirse en abismos mañana. Imaginar que un inmenso templo puede convertir en un bar con salas de billar puede parecer una exageración. Sin embargo, fui testigo en Inglaterra: las pesadillas ocurren.