Cuando Cristo se divorcie, yo también lo haré

Hay un autor que disfruto leer:  Jhon Piper, concuerdo con muchas de sus ideas, aunque soy honesto no en todas.  Una en las que he estado meditando en estos días, días en los que se pone muy de moda la fecha para contraer nupcias, por el viento, el frio, el ambiente, las luces, que se yo…es en el matrimonio.  Estamos próximos a celebrar quince años de matrimonio con Raquel, y en ese contexto encontré estas palabras que sirven para afirmar la verdad bíblica y contrarrestar la feroz opción del divorcio.

Se las dejo:

                  El significado más importante del matrimonio, más trascendente que el sexo, el romanticismo, los hijos, estrenar casa, etc. los cuales  son elementos inclusivos e importantes;  es representar en la tierra el amor fiel al pacto entre Cristo y su novia (la Iglesia).  Vivir esta verdad y mostrarla es lo que significa estar casado.  Por lo tanto si Cristo abandona, descarta o se divorcia de su esposa, entonces el hombre o la mujer puede hacerlo sin problemas.  

                Mientras Cristo guarde su pacto con la iglesia, y mientras la iglesia, por la gracia de Dios, siga siendo el pueblo elegido de Cristo, entonces se cumple: Lo que Dios ha unido, sólo Dios lo puede separar.

La perspectiva correcta en la adoración

Les confieso que en mas de alguna ocasión me he dormido en el culto.  Cuando eso ha sucedido no solamente me he sentido mal conmigo mismo, sino he llegado a la misma conclusión: No estoy teniendo la perspectiva correcta.  Creo que es fácil fundamentar la adoración en todo, menos en lo correcto.  Muchas veces mi adoración la baso en mi persona, en como me siento emocionalmente o físicamente  en otras ocasiones la he basado en las circunstancias externas, si hace frió, sol o lluvia.

El Salmo 48, nos recuerda que Dios es grande y merece suprema alabanza.  Ese mismo salmo, nos habla de la grandeza de Dios.  Su grandeza no depende de cómo yo lo entienda en mi mente, si eso fuera así, cada quien tendría un concepto de Dios, y sobre la base de ese concepto, él mereciera adoración.  Usted sabe, no me va a dejar mentir que no podemos fiarnos en nuestros pensamientos, y no es una ancla segura para establecer la adoración a Dios.

El Salmo nos recuerda que él es refugio, misericordioso, justo y guiador.  Esa es una explicación de su grandeza, y suficiente base para adorarle.

La cultura de los primeros lugares

Les confieso que he estado pensando en el aplastante pensamiento que el mundo nos inculca desde que nacemos, ese despreciable y casi satánico pensamiento que si no se es primero, lo demás no importa.  Se puede apreciar con total claridad desde el momento del parto y en cada área de la vida.

Vivimos en una cultura donde la competitividad nos empuja a ser los primeros, eso está bien para el mundo, pero debería ser algo ajeno en el Reino de Dios.  Si la iglesia es una expresión del Reino de Dios, está desdichada cultura, se nos metió por la hendidura de la puerta del liderazgo.  Desde los títulos de pastor general, hasta presidenta de la femenil, nos asesinan lentamente hasta casi extinguir el modelo bíblico del servicio.

Reconozco el enorme conflicto y desafío que debemos enfrentar en la educación de nuestros hijos, pues ningún padre anhelaría que su hijo fuera segundo, pero creo que debemos enfatizarles que la cultura del Reino es al revés del mundo, que ser segundo, tercero, o primero no es lo que importa, sino que juntos podamos dar la gloria a Dios, desde el lugar  que nos ponga; enseñemos les que el funcionamiento de la iglesia es sobre la base de trabajo en equipo, que cada uno de ellos necesita encontrar su papel dentro del Reino.

Meditando en ello, me encontré con las lineas del músico Leonardo Alvarez, palabras retadoras y practicas.

Aquí están:

Se dice en el ambiente de la música, que es todo un problema para los directores de orquesta encontrar segundos violines. La razón es que la mayoría quiere ser primer violín. Ahora bien, todos sabemos lo importante que es en una orquesta sinfónica cada uno de sus componentes para conseguir como producto la hermosa sinfonía. Se sabe que, en el caso de los segundos violines, tienen como propósito potenciar y hacer notar a los primeros. Es como si su función fuera pasar desapercibidos, para que brillen los primeros. Obviamente, en el mundo en que vivimos, esto no es para nada popular. Vivimos en un mundo donde se exalta el primer lugar, nadie quiere ser un segundón. Todos aspiran a ser los primeros. Esta sociedad no perdona a los que se quedan atrás.

Cuando llevamos esta ilustración al campo de la iglesia, esto resulta aun más revelador. Uno de mis héroes favoritos de la Biblia es Juan el Bautista. ¡Qué perfil de héroe! Alguno incluso podría perfectamente tildarlo como “anti-héroe”. Un perfecto segundón. Una frase podría definir toda su vida y lo que constituía su realización plena: “Ésa es la alegría que me inunda. A él le toca crecer, y a mi menguar” (Juan 3:30). ¿Dónde podríamos encontrar en estos días a alguien que sea tan feliz de ser segundo? De hecho, me parece que ultimamente, lo que más escucho en el ambiente de las iglesias es de cosas grandes y majestuosas. Incluso se han acuñado frases como “Dios nos ha puesto por cabeza y no por cola”. Por todos lados escuchamos más bien una exaltación del éxito como la meta de la vida
Definitivamente esto no encaja mucho con figuras como Juan el Bautista, Jeremías, Jesús y otros grandes anónimos de la fe que no caben dentro de los modelos de éxito moderno.

Jesús dijo de Juan el Bautista, que no había nacido de mujer hombre más grande. No cabe duda que los valores de grandeza en el Reino de Dios funcionan de una manera completamente distinta a como opera en el mundo. Es como si Dios se deleitara en ejercer su autoridad desde la debilidad misma. Por ejemplo, la figura de un cordero indefenso, en representación del Hijo de Dios crucificado para salvar al mundo. Por tanto una de las grandes paradojas de la fe histórica es que han existido muchos grandes o famosos en el Reino de Dios que han sido crucificados en el reino de los hombres. Pero ¿de dónde viene el miedo a ser segundo?. Basta mirar como opera la búsqueda del poder en nuestras iglesias para darnos cuenta de esta realidad. Muchos queriendo imponer sus criterios a los otros. Otros anhelando cargos o privilegios. Otros deseando ser reconocidos por sus logros. Lo peor que les podría ocurrir a algunos en nuestras iglesias en estos días es caer en el anonimato. No, eso es imperdonable. ¡Cómo sufrimos cuando baja nuestra popularidad! Cuando ya no nos llaman para hacernos entrevistas en la radio o la televisión, cuando ya no somos invitados a dar conferencias o cuando alguien que estaba a nuestro lado es más considerado en el medio que nosotros. O cuando no nos dieron el puesto que anhelábamos. Sin darnos cuenta tendemos a construir nuestros propios reinos, frágiles y escuálidos reinos.

La figura rústica del Bautista puede ayudarnos a encontrar el camino para aprender a ser segundo en el Reino de Dios. Dicho sea de paso, no aprenderemos lo que significa el Reino de Dios hasta que aprendamos a ser segundos y a escondernos en Cristo y aprendamos a promover a los demás. A fin de cuentas ser segundo implica también hacer que mi prójimo sea levantado de su miseria para que recupere su dignidad en Cristo.

La vida de Juan nos revela tres áreas que fueron determinantes para que supiera cuál era su lugar en el Reino de Dios.

I Sabía cual era su identidad. Cuando los fariseos le preguntan quien era, él respondió: “Yo no soy el Cristo”, “No soy Elias”, “No soy el profeta” (Juan 1:19-21). He aquí una pista que nos ayuda a comenzar a saber quienes somos: comience por darse cuenta de lo que no es. A veces nos pasamos la vida tratando de hacer cosas en las cuales no somos de bendición para nadie, pero porfiamos en ello. Descubrir quienes somos comienza por saber cuáles son nuestras limitaciones, para que no somos buenos, y dar paso para que lo hagan otros. Juan había descubierto luego lo que si era: “Una voz que grita en el desierto: “Enderecen el camino del Señor”. Entonces, una vez clara su identidad podría continuar su propósito.

II Había cultivado un discernimiento agudo en el desierto. Juan se crió en el desierto. Un desierto que no solo tenía ausencia de cosas, sino que también es el mejor lugar del mundo para cultivar una vida de cercanía con la voz de Dios. Ese desierto es para nosotros nuestro tiempo de silencio ante Dios, nuestro tiempo de contemplación de Cristo y su corazón. El bullicio y el activismo extremo de nuestra sociedad actual atenta contra la espiritualidad de este tiempo. Debemos ser capaces de partir de nuestra soledad hasta conseguir la quietud del alma, que encuentra su satisfacción plena en la presencia del amado Jesús, que lo llena todo y a partir de allí escuchar su llamado para acudir a los necesitados de esta tierra a cumplir nuestro llamado. Juan no conocía a Jesús pero logró reconocerlo cuando vino a él al Jordán porque el Padre le había dado instrucciones en el desierto de cómo debía hacerlo. (Juan1:29-34)

III Sabia cual era su vocación, su llamado: Los discípulos de Juan el Bautista están preocupados (Juan3:26). La popularidad de su maestro esta bajando y muchos se están “cambiando de iglesia”, muchos se están yendo con Jesús y se lo hacen notar: “Mira, aquel a quien tu has apoyado te está haciendo competencia”. Juan permanece calmo, con esa mirada chispeante que tienen los que se saben completos. No hay sobresalto ni angustia alguna, todo está bajo control. Es que él sabe cuál es su posición en el Reino, él conoce su llamado y su vocación. Sabe cuál es su identidad y está gozoso, nadie puede robarle esa alegría, lo tiene todo. No hay ningún reino propio que proteger, porque el fin de su vida es rendirlo todo al Reino majestuoso de su maestro. No se preocupen, les dice. “yo se cuál es mi posición, solo soy el amigo del esposo”, haciendo alusión al papel que cumplía el amigo en la preparación de una boda judía. “Esto es lo que me toca a mi, nadie puede recibir nada si no le fuere dado del cielo”.Su llamado era preparar el camino, y ahora podía partir tranquilo y satisfecho. “A él le toca crecer, y a mi menguar”.

CONCLUSIÓN
La crisis de identidad, discernimiento y vocación  están generando un tremendo grado de desorientación, que muchas veces queremos llenar con la búsqueda de reconocimiento y poder. Aprender a ser segundo en medio de una sociedad que exalta los primeros lugares es el gran desafío en el Reino de Dios y para ello no encuentro otro camino que el de la Renuncia y la Cruz.

No olvidemos lo  que Jesús dijo: Porque ni aun el Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos. (Mar 10:45 LBA)