Gracias a Dios el hijo prodigo al primero que encontró en su retorno a casa no fue al hermano Mayor, sino al Padre. Se puede imaginar lo que hubiera sucedido si se lo encuentra primero? ¿ Qué estás haciendo aquí? ¿Cómo se te ocurre regresar? «Mira las fachas en las que venís» «Volviste pecador» » Huele a azufre» «No entres porque estás en pecado»
El espíritu de condena no sólo estaba con el hermano Mayor de la parábola, sino que deambula en los pasillos de la iglesia y se sienta en las sillas pastorales. No logro entender como el corazón nos juega la mala pasada de llegarnos a creer mejor, más limpios, más santos que otros. Aparentamos santidad y nos creemos con el derecho de señalar a otros en sus luchas.
Es muy común escuchar el mensaje de condena, regaño, señalamiento sin una pizca de conciencia pastoral. Y no estoy hablando de hacer caso omiso del pecado o vivir como gentiles, estoy hablando de la falsa espiritualidad, esa que el pastor tiene de condenar sin ayudar, de señalar sin revisar en su vida. Como lo dijera un hermanito pente: «Vemos demonios detrás de cada arbusto» «Vemos pecado en cada banca, pero suavizamos el pecado dentro de nuestra casa»
El hermano mayor de la historia, mostró su falsa espiritualidad no solo al señalar y recordar la condición y el lugar de donde venía su hermano (tenia toda la razón), sino en negarse celebrar la misericordia del padre.
¡¡¡Oh…Señor, ayúdame a recordar que un día regrese sucio y descalzo a casa y me recibiste con los brazos abiertos…ayúdame restaurar y no condenar, ayúdame a celebrar tu misericordia en otros , que ni por cerca son mejores que yo.