Hablando de ladrones y traiciones

ladronMe encantaría que estas líneas  llegasen a tus manos, amigo ladrón, que un par de días  atrás, violentaste puertas, ventanas y cables del lugar que tanto significa para mí.

Me gustaría, al menos, darte las gracias, más, que por haberte llevado dos teclados arruinados, una bocina transitada en el tiempo y un par de micrófonos (que ya necesitábamos cambiar), por no haber dado la cara en plena luz para buscarte y decirte que debido a tu robo, una vez más hemos entendido que las cosas materiales son un medio y no un fin, como seguramente lo son para ti.

Supongo, muchacho – porque estoy seguro de que eres poco más que un niño -, que debiste maldecir a toda nuestra congregación al descubrir que habían sólo cosas que -desgraciadamente para ti, por fortuna para nosotros – no te interesaban en absoluto: unas viejas biblias, una decena de bancas, y otros instrumentos que por el tiempo y el espacio no cabían en tu viaje satánico.

Tú buscabas -supongo que para seguir hundiéndote en el infierno de la droga- joyas, oro, efectivo. Te hubieras ahorrado el trabajo de quitar los vidrios que quitaste, aflojar las duralitas que pisastes y doblar el raizor por donde bajastes. Si tan solo nos hubieras conocido un poco más.
Habrías sabido que el oro y las joyas nos parecen las dos cosas más estúpidas del mundo. Y que, en cuanto al dinero, que efectivamente recolectamos cada semana, nos sirve para buscar a las personas perdidas como tú y acercarlas a la verdadera riqueza en Cristo. No encontraste quizá más allá de un par de dólares que obtendrás del trueque de los cachivaches que te llevastes. ¡¡¡Qué triste!!!

Sin embargo, en lugar de quitarnos, nos diste algo de mucho más valor que el dinero.  Te lo explico….

Hemos defendido y predicado que el mundo está lleno de personas como tú, desvergonzadas, mentirosas, sordas y ciegas espiritualmente; y nos hemos resistido a armarnos hasta los dientes de alarmas, razor, cámaras y cerrojos de seguridad para salvaguardar lo material, pero cedimos para no ser enfrentados por personas como tú, por nuestro temor o por nuestra ansiedad.

Pero ahora,  después de aquella mañana donde encontramos la ventana abierta de par en par, gracias al juego de tus manos, y de seguro a la complicidad de alguien, un sentimiento de malestar se ha encendido dentro de mí,  no contra ti (o, al menos, no sólo contra ti), sino contra este mundo que hemos construido. Por eso me gustaría saber quién eres, cómo eres. Conocer si eres consciente -como yo lo soy- de lo inhabitable que, entre todos, estamos volviendo este planeta. No quiero ni pensar que la droga a esta altura de tu carrera de delincuente haya terminado de pulverizar tu conciencia.

En medio de las sombras que las cámaras grabaron, en las noticias siguen apareciendo  monstruos que, a lo mejor, se parecen un  poco a ti o que como tú, acabarás en el infierno si sigues  yendo por ese camino.

No lo dudes, hay una rabia secreta, carnal, casi diabólica. No porque tú nos hubieras robado algo valioso -ya que, de hecho, nada de valor te llevaste, sino por imaginarme que en tu oscuro camino, seguirás planificando madrugadas como las que ya ejecutaste, para seguir hundiéndote cada vez más en el infierno del cual me hubiera encantado advertirte.

Pero así son las cosas, por el momento decirte: ¡¡¡Qué buena idea, qué buen plan, qué buen final!!!;  mientras tanto, quien sabe que algún día a las 4.33 de la mañana nos encontremos caminando sobre la San Antonio Abad, tu cargando un teclado negro en tus manos y yo una biblia abierta en Juan 3:16, y quien sabe si después pasamos por la pila del bautismo, esa que tú ya conoces.