Díganle que un aoristo no salva!!!

benetton_heartsEn uno de esos días de largas horas de clases, sombrías tardes de lectura  y espeluznantes tareas nocturnas,  sucedió un episodio que ha vuelto a mi memoria,   se los cuento:    Un  profesor de Teología le manda a decir al profesor de Griego: «Un aoristo no salva».   El  contexto de esas palabras bromistas, e inocentes para un puñado de seminaristas de primer año, no evitaban el  allegar a pensar que ambos profesores habían llegado a pensar que lo que impartían era más importante que lo que el otro enseñaba. ¡¡¡Qué ejemplo de espiritualidad!!!   ¿Qué era más importante, largas horas para comprender la Cristología o la Pneumatología, o  descifrar si el verbo era un aoristo? ¿Y de qué nos servía si la teología, la pneumatología o el estudio de los idiomas originales no me llevaba a amar al prójimo?.

Usted no se equivoca, para nosotros, ambas materias eran importantes para aprobar la licenciatura, pero, como un enemigo silente, se hizo presente la tentación de  gustar el conocimiento profundo,  sin que este nos lleve  a la practica del amor, esta tentación aún está presente el las aulas de seminario y en los pasillos de la iglesia.

Mi experiencia en  Seteca

Dormíamos, comíamos y vivíamos en una de las zonas más necesitadas de la capital, a metros de distancia del famoso «Basurero» donde niños, mujeres y ancianos dejaban su ultimo aliento para buscar dentro de la basura algo qué comer, y nosotros, se imagina, tan cerca, pero tan lejos;  estábamos ahí, con nuestros compendios, interlineales, concordancias, buscando el conocimiento, que al final,  para algunos se convirtió en algo estéril, sin fruto, sin poder.  Que yo recuerde, fueron contados los profesores a los que les escuche hablar o orar antes de una clase por la realidad y necesidad social alrededor de la Bolívar, a lo más, les vi preocupados por retirar su ofrenda misionera de la USA o acelerados el día de pago en la administración.  La tarea del profesor de teología, que su teología lleve  a sus estudiantes a enraizarse, encarnarse y cargarse con la realidad social es quizá imperdonable.  O en otras palabras, bajar la teología a la realidad.

Los pasillos de la Iglesia

He pensado, que si los sermones expositivos del domingo,  no me lleva y nos lleva a  amar más a Cristo y a abrazar al prójimo en sus necesidades, no sirve de nada.  Si la maestra, líder de discipulado hace del conocimiento su destino final, olvidándose del abrazo, el perdón, el hambre del alumno o del discípulo,  ese conocimiento está incompleto.  ¿No será que el conocimiento nos ha envanecido?

No hay duda que somos una sociedad que se vuelve cada vez más solitaria, lejana  y  egoísta a la necesidad del prójimo.  Como lo dijera Frank Kafka, en su «metamorfosis»  la deshumanización está presente en nuestra sociedad capitalista, y porqué no decirlo, también en la iglesia «espirituflaitica».

Gregorio se amargaba y se escondió debajo del sofá pues estaba consciente que su familia ya no lo quería. Un día celebraron una cena en su casa, llegaron los huéspedes y se celebro una gran cena, Grete empezó a tocar los acordes del violín, Gregorio maravillado y conmovido por la música abandona su escondite y llega hasta donde la familia se reunía. Su presencia provoca la indignación de unos huéspedes y el enojo de la hermana, quien plantea al instante que era preciso liberarse del insecto. Gregorio retorna a su cuarto triste y exhausto, Grete se apresura y llega al cuarto de su hermano y le cierra con llave, a el duele todo el cuerpo y los dolores le debilitaron más y más, pensaba en su familia que sería de ellos… Pero a las 3 de la mañana ya no podía respirar, ni moverse, su hocico despidió débilmente su aliento y murió.

¿No será que estamos dejando morir a los Gregorio de nuestra época? ¿No será que los hemos encerrado en sus cuartos de soledad y sufrimiento,  para que no molesten nuestra conciencia, estorben nuestros programas de alabanzas inspiradas  o  desbaraten nuestros profundos pensamientos teológicos?

El accidente en mi colonia

Una noche de estas se escuchó  en el pasaje donde vivimos, un auto acelerado que bajaba la pendiente, y al final un estruendo con gritos.  Al salir de la casa, las miradas atónitas de todos los vecinos se encontraron como viejos amigos en el parque,  una vecina había perdido el control de su carro y éste había golpeado por lo menos a dos más y una motocicleta, la cual estaba como margarina debajo del vehículo rojo.  Largos minutos transcurrieron contemplando la escena, observando detenidamente, como que fuera una tarea de métodos de estudio bíblico, en su fase de observar.

¿Cómo pudo pasar? ¿Y si alguien hubiera venido caminando? ¡¡Qué golpeada quedo la camioneta!!! Mientras la policía hacía su inspección para calcular los daños materiales y la mente aturdida de la querida vecina no salía de su asombro, yo y mis vecinos contemplábamos la distancia que separaba del suelo el auto accidentado, justo la distancia para estar debajo de él un árbol y una motocicleta.

Lo admito, yo primero, sumergidos en lograr encontrar una explicación del accidente, no hicimos nada para compartir por lo menos  $5 dolares para los gastos que se avecinaban. ¿Y quizá alguno pensó? Y ¿De qué servirán $5?   Cada uno regresó a su casa, apagó la luz, se adentró en su cama y durmió.  Mientras tanto afuera la patrulla terminaba su trabajo y la vecina daba su palabra de compromiso con los dueños de los carros accidentados.

¿Qué hace un pastor con conocimiento bíblico sin $5 dolares para expresar el amor al prójimo?  ¿De qué sirve la teología, la pneumatología y el aoristo en griego, sino hay amor? Pastor asalariado.

 El conflicto Israel-palestina

En estos día está de moda descifrar si es o no es el pueblo de Dios el sujeto del conflicto con los palestinos, interpretaciones tras interpretaciones, palabras tras palabras, argumento tras argumento, para determinar sobre la base del conocimiento si son o no son.  Mientras tanto los niños, mujeres y ancianos mueren en los bombardeos.

¿De qué me sirve tanto conocimiento exegético y  teológico si la tragedia humana no me lleva por lo menos a levantar una oración para que cese la violencia?  ¿De qué me sirve interpretar la profecía bíblica, si el conocimiento de ésta, no me hace buscar en el armario, alacena o en el bolsillo algo con qué ayudar? ¿No será que nos estamos volviendo insensibles con tanta sangre derramada? ¿No será que el conocimiento nos ha envanecido?

¿Qué hacer? Usted y yo lo sabemos.

Mercedes Sosa, lo expresó así:

Sólo le pido a Dios
que el dolor no me sea indiferente,
que la reseca muerte no me encuentre
vacío y solo sin haber hecho lo suficiente.

Sólo le pido a Dios
que la guerra no me sea indiferente,
es un monstruo grande y pisa fuerte
toda la pobre inocencia de la gente.

Que no se me olvide, que la fe sin obras es muerta!!!

 

Mi ojo de pescado y «yo»

 

ojodepescado

Es pequeño, firme y redondo.  Un poco amarillento y rojizo cuando lo irrito, y su núcleo es duro y ceroso.  He querido eliminarlo un par de veces y no he podido, pero si  lo he logrado suavizar con  agua tibia y un poco de crema humectante.  Está ahí, es tan mío, tan propio y  tan especial, que a veces he pensado que el pobre cumple un propósito espiritual; les cuento:

La insensibilidad

Cada vez que lo veo y  lo toco, me  recuerda  la insensibilidad en mi vida.  Así como este   heloma, es un cúmulo de tejido muerto e insensible, mi corazón muchas veces ha llegado a  ser tan insensible también.  Insensible al amor, a la necesidad del prójimo, a la injusticia en el mundo, al llanto del niño, a los temores del abuelo, al hambre del indigente.  Pero hay una insensibilidad que preocupa y me amenaza cada día.

La insensibilidad a la presencia de Dios

Este domingo al predicar  en Deuteronomio 4:7, sentí un poco de asombro al contemplar a un hombre anciano hablándole a un puñado de gente joven,  y haciéndoles ver que la mayor riqueza que ellos tenían al entrar a la tierra que Dios había prometido, era su cercanía.  Ese mismo puñado de gente al parecer les parecía poca cosa lo que Moisés les recordaba.

Muchas veces he sido igual, su presencia, su cercanía me ha parecido poca cosa.  Lo veo en mi vida y lo veo en hermanos en la fe a los cuales conozco, lo veo en sus hijos, es muy común.  Hemos llegado a ser insensibles a su presencia cercana.

¿Por qué el creyente puede ser insensible a la cercanía del señor?

Una de las razones y quizá la más lógica, sea que no es creyente.  Si no hay conversión, si no hay nuevo nacimiento, hay muerte, hay insensibilidad a la vida.   Quizá hemos esperado a que los feligreses en la iglesia sean sensibles y apasionados a la presencia de Dios y su cercanía les invada y les haga caminar confiados y en victoria, pero la sorpresa ha sido frialdad y distanciamiento a esa vida.

Hemos tenido llenas las aulas de Escuela Dominical, hemos despedido y encomendado a los jóvenes al extranjero para que brillen con la luz de Cristo, pero el resultado ha sido insensibilidad a la presencia de Dios y su voluntad.  La razón ha sido, no han nacido de nuevo.  Confundimos adoctrinamiento con transformación. La  ecuación es simple: No hay nuevo nacimiento, no hay sensibilidad a la cercanía de Dios.

La segunda razón por la que creo que los creyentes somos insensibles a la cercanía de Dios, es haber olvidado lo que ese Dios cercano hizo en el pasado.  En el vrs. 9 Moisés les dice:  Guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto…   Moisés evoca a aquel momento donde la presencia de Dios se manifesto en el Sinaí, el monte temblaba, humeaba y tronaba la voz del Señor.  Ahí estuvo presente y les dio palabra.  Ellos se acercaron y pusieron el pie en el monte.  Fueron testigos de su presencia real.  Cuando necesitaron agua, ahí estuvo cerca para darles agua; cuando buscaron carne, ahí estuvo cerca para darles carne, en todo el trayecto en el desierto estuvo cerca, fiel a su pacto.

Cuando olvido lo cerca que ha estado del Señor en mi vida, pierdo el rumbo, la confianza y la dirección.  Cuando la insensibilidad en mi corazón se apodera de mi, debo hacer memoria y recordar lo cercano que él ha estado en el pasado.  En aquel accidente, en aquella escasez, en aquella enfermedad, en aquel funeral, siempre ha estado ahí.

Espero que un día mi ojo de pescado desaparezca y vuelva por fin la sensibilidad a mi piel, pero lo que si estoy seguro es que cada mañana haré un esfuerzo por ser sensible a su presencia y cercanía.  por qué ¿Qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está el Señor nuestro Dios en todo cuánto le pedimos?