Sigamos dejándolos con la T.V y los vídeo juegos

Es increíble la noticia.  Pero es más increíble los elementos que giran alrededor de la vida de Adam Lanza.  Un llamado de atención a los Padres.

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Con odio y rencor en su corazón

La mayoría de rotativos aseguran que el asesino de Connecticut, era  autista y genio.  Antes de suicidarse, mató a 27 personas, entre ellos, 20 niños que no superaban los diez años.  Comenzó su jornada ayer disparando a su progenitora Nancy, con varios tiros que le destrozaron la cara. Cogió el coche y vestido con ropa de camuflaje condujo hasta la escuela elemental Sandy Hook armado con dos pistolas y un rifle semiautomático. Allí, antes de suicidarse, mató a 20 niños de entre 5 y 10 años. Seis adultos también murieron en el tiroteo.

De padres divorciados

Sus vecinos hablan de un chaval retraído, obviamente con problemas, y al que se veía que no estaba bien. No conectaba con otros niños, estaba como reprimido y se le veía claramente diferente.

Lo cierto es que Adam Lanza tiene un impecable expediente académico, con menciones honoríficas por sus buenos resultados, un chaval solitario, aislado y según datos sin confirmar, estaría siendo medicado por problemas de autismo y control de los impulsos.

En los archivos académicos de su época escolar, aparecen varias pruebas de cociente intelectual, y los resultados es que superaba los 165 puntos (recordamos que Albert Einstein tenía 160).

De Padre  trabajolico (Dedicado en extremo a su trabajo)

El padre de Adam Lanza, a quien muchos medios también dieron por muerto a manos de su hijo, es un importante ejecutivo que vive en el Norte de Nueva Jersey como vicepresidente de ‘GE Capital’ y socio de la compañía ‘Ernst & Young’.

Las armas utilizadas fueron una Sig Sauer manual, una Glock handgun con casquillos 223 y un rifle semiautomático. Todas ellas encontradas en el lugar de los hechos. La madre tenía más de cinco armas registradas a su nombre.

¿ Porqué los jóvenes no quieren al consistorio?

Uno de los secretos a voces no solo en la misión centroamericana, sino en la mayoría de misiones, es que la generación de adolescentes y jóvenes  en un alto porcentaje  no respetan a los pastores y ancianos de la iglesia, les consideran falsos, autoritarios, pasados de moda y sobre todo, religiosos.  Las anteriores lineas, no es una apreciación personal, es el eco de las palabras de una generación postmoderna que procesa el concepto de respeto a la autoridad de manera diferente que las generaciones pasadas.   Personalmente me preocupa, no  sólo porque soy pastor «titulado», o porque hay jóvenes que no quieren saber nada de los ancianos en la iglesia, sino porque tengo dos hijos varones, que seguramente cuestionarán en su tiempo el modelo de autoridad, no sólo en casa, sino en la iglesia, independientemente de que su padre sea pastor, o los titulados ancianos de turno.

En un estudio de SEPAL, para contestar el porqué los jóvenes ya no quieren estar en la iglesia, despuntó con mayor fuerza, la razón de que los líderes quieren que se respete la autoridad, simple y sencillamente porque ellos son la autoridad, es decir, porque han sido puestos como líderes. O en otras palabras: «Me tenes que obedecer porque soy tu papá»

Revisando un poco las lineas  espiritualidad y postmodernidad, sobre autoridades eclesiásticas al estilo sherif, me encontré con estos principios:

En el mundo postmoderno el concepto de autoridad ha cambiado de manera dramática. Tu posición de liderazgo no te inviste, a los ojos de la nueva generación de jóvenes, de ninguna autoridad. La única autoridad que reconocerán es la que ellos te otorguen como consecuencia de tu carácter e integridad.

No es una sorpresa para nadie la existencia de una auténtica crisis de autoridad. Todas las instituciones están experimentando y sufriendo esa realidad. Los estados y los gobiernos, no sin causa justificada debido al abuso de poder y la corrupción, pierden la autoridad delante de los ciudadanos. En la escuela, la autoridad de los maestros se vuelve más frágil y, en algunos lugares, los alumnos aterrorizan a los profesores que se ven más y más impotentes para poder controlar a los estudiantes e imponer su cuestionada autoridad en las aulas. En muchos hogares la situación no es mucho mejor. La autoridad paterna y materna también es puesta en entredicho y muchos padres simplemente no saben qué hacer con sus hijos y no tienen los recursos para hacerles obedecer y someterse a sus dictados, incluso a los más razonables y necesarios. Pareciera como si alrededor nuestro el concepto de autoridad simplemente se estuviera derrumbando y, para ser realistas y honestos, así es.

Este cuestionamiento de la autoridad también ha llegado, está llegando o llegará a la iglesia y a la vida comunitaria. Podemos ver como en la Iglesia Católica un número creciente de fieles cuestiona la jerarquía y las enseñanzas del clero. La Iglesia Evangélica, en sus diferentes versiones, no está ni estará a salvo de ver cómo sus líderes, pastores, ancianos, diáconos y, naturalmente, los líderes juveniles ven puesta en entredicho su autoridad.

¿Cuál es la causa para que la autoridad esté sometida a esta presión de acoso y derribo? Bien, tratemos de explicarlo. Hasta ahora, en la mayoría de las culturas, la autoridad iba ligada o vinculada con la posición. Cuando una persona tenía una determinada posición en la estructura de una organización, está posición llevaba aparejada, implícita o asociada una determinada autoridad. Cualquiera que ostentara esa posición, ostentaba la autoridad con ella vinculada o asociada.

Si además, la persona tenía un carácter noble e íntegro, eso le ayudaba a un mejor ejercicio de la autoridad, sin embargo, aunque deseable, eso no era requerido ya que era la posición, no la persona, quien ostentaba la autoridad. Un buen ejemplo de ello sería la gran cantidad de reyes deshonestos, incapaces y totalmente inútiles que la monarquía española produjo durante siglos. Sin embargo, a pesar de su total falta de carácter e integridad, su autoridad nunca fue cuestionada.

Este modelo de autoridad vinculada a la posición era, además, totalmente apoyado y reforzado por la cultura y la sociedad. Todo en la familia, la escuela, la iglesia y el estado contribuía a sostener y atrincherar esta idea de que la autoridad estaba vinculada a la posición y era correcto y necesario respetar a aquellos que, por las razones que fuera, ostentaban en un momento determinado esa posición.

Todo funcionó más o menos bien hasta que alguien cuestionó ese modelo de autoridad. Alguien pensó que ostentar la posición no era suficiente mérito ni suficiente razón para que una persona debiera de ser obedecida y, consecuentemente, el modelo comenzó a sufrir una constante y continuada erosión y nuevos modelos de autoridad comenzaron a competir con el mismo y se ganaron la adherencia de las nuevas generaciones.

Para las nuevas generaciones, la autoridad formal, aquella que se deriva de la posición que una persona ocupa, ya no es suficiente. Este tipo de autoridad no es ni reconocida, ni mucho menos aceptada por muchos jóvenes. El abuso y mal uso de la autoridad formal por parte de muchos que la ostentaban ha favorecido y acelerado este proceso de falta de aceptación. Hemos de darnos cuenta que lo que está en crisis no es la autoridad, lo que está en crisis es un determinado modelo o forma de ver la autoridad y el derecho a ejercerla.

¿Cuáles son las implicaciones que de ello se deriva? En primer lugar, que la autoridad formal, a menudo, no puede hacerse valer o hacerse efectiva, a menos, que disponga de medios coercitivos para imponerse. En segundo lugar, que la autoridad moral, aquella que se deriva del carácter, integridad y cualidades del líder es la que se impone y es reconocida por los seguidores. En tercer lugar, que la autoridad moral debe ser ganada por los líderes y otorgada por los seguidores para poder ser ejercida de forma práctica y efectiva. En cuarto lugar, se puede producir un auténtico divorcio entre los que sostienen la autoridad formal y aquellos que tienen autoridad moral. Finalmente, la crisis del modelo no es necesariamente mala. Hemos de reconocer que muchos líderes en nuestras congregaciones han abusado del poder. Ron Enroth, en su recomendable libro, Iglesias que abusan, habla e ilustra ampliamente este concepto del mal uso de la autoridad por parte de los “ungidos”. El nuevo concepto de autoridad vinculado a carácter e integridad supone un desafío para todos los líderes ostentando autoridad formal a fin de no dormirse en los laureles y ganarse la autoridad moral, es decir, el derecho a mandar.

Estamos pues hablando de un nuevo concepto de autoridad. Una autoridad ganada por el líder y otorgada por sus seguidores. Una autoridad que se deriva del estilo de vida del líder, de su carácter, de su integridad, de su caminar con el Señor, de su actitud de servicio hacia aquellos que ha de dirigir. Es un modelo de autoridad que el líder ha de merecer y que no puede reclamar por su posición o status. Es una autoridad que, una vez ganada, hará que los seguidores estén dispuestos a ir a cualquier lugar que el líder les pida y hacer cualquier sacrificio que el líder demande.

La película Brave Heart, interpretada y dirigida por Mel Gibson ilustra muy bien el concepto de autoridad del que estamos hablando. La película narra la vida de William Walace, un simple escocés del siglo XIII, que unió a su pueblo en la lucha contra los ingleses que pretendían anexionarse el entonces reino de escocia.

Wallace no tenía ninguna autoridad formal, ni siquiera pertenecía a la nobleza escocesa, era una persona común con visión, carácter e integridad que supo articular la resistencia del pueblo escocés contra el invasor inglés.

Su pueblo, incluida la nobleza, lo siguió, no por los títulos que ostentaba, no por la posición que ocupaba, no por su autoridad formal, sino todo al contrario, por la fuerza de su carácter, su integridad y su visión. De hecho, todos los que han visto la conmovedora película recordarán, que fue precisamente la nobleza escocesa, aquellos que ostentaban la autoridad formal, los que el abandonaran y traicionaron.

Antes de observar a Jesús y ver qué podemos aprender de Él al respecto, me gustaría sintetizar lo visto hasta aquí. No hay una crisis de autoridad, lo que existe es la crisis y decadencia de un modelo de autoridad que cada vez tendrá más dificultades para imponerse. Un nuevo modelo de autoridad acumula adeptos entre la juventud, una autoridad ganada por el líder y otorgada por los seguidores. Una autoridad que puede estar o no vinculada a quien sustenta la formal. Finalmente, una crisis que no es necesariamente mala, ya que forzará a los lideres formales a desarrollar la autoridad moral ganada a fuerza de carácter, ejemplo e integridad.

Sin duda, podemos aprender mucho cuando nos acercamos al ministerio de Jesús y, por cierto, ¡Qué diferente es su liderazgo del que ejercen muchos de los que presiden nuestras iglesias y grupos juveniles!

Filipenses, en el magnifico capítulo 2, nos dice que Jesús, quien tenía toda la autoridad formal del universo no se aferró a su condición de Dios y, por tanto, al derecho a que su poder y autoridad fuera reconocida y aceptada por toda la humanidad. Al contrario, Pablo nos indica que Jesús, se despojó a sí mismo, se humilló bajando a la condición humana y, una vez en esta posición, lejos de ocupar los lugares de autoridad y poder, ocupó los más bajos y humildes, la condición de un siervo. Si te das cuenta, lo que el apóstol indica en su carta, es que Jesús comenzó desde cero, desde nuestro propio nivel, a ganarse su autoridad y reconocimiento entre nosotros. Jesús nunca utilizó su divinidad para exigir a las personas obediencia, antes al contrario, sirvió y exigió a los demás que hicieran lo mismo en imitación y siguiendo su ejemplo.

La encarnación significa Dios renunciando a su autoridad divina, bajando a nuestro nivel y, desde allí, a través de su amor, entrega, servicio y aceptación ganándose nuestro respeto y autoridad. Si bien es cierto que el señorío de Cristo será reconocido al final de los tiempo por toda la creación, no es menos cierto que en la vida del creyente no es nunca impuesto por la fuerza, sino aceptado por cada persona. Jesús invita a reconocer su autoridad y señorío, pero nunca fuerza su imposición.

De todos es bien conocida la reflexión de Jesús acerca del liderazgo cristiano. Afirma que los grandes y poderosos de este mundo se enseñorean de sus seguidores, sin embargo, afirma que entre nosotros no debe ser de esta manera. Jesús desarrolla el concepto del liderazgo de servicio, aquel que obtiene su grandeza, su derecho para guiar a otros, de su servicio, su entrega desinteresada e incondicional a sus seguidores. Jesús es el buen pastor que da su vida por las ovejas y espera de nosotros el mismo sentido de entrega y sacrificio. La autoridad del líder cristiano le viene dada, no de su posición, sino de su servicio y entrega a aquellos que debe dirigir. Yo provengo de un país que todavía es un reino, España. La nobleza española, en la antigüedad, basaba su derecho a dirigir al país en su posición y su linaje. En otro reino, el de los cielos, la nobleza y el derecho a ejercer autoridad se obtiene a través del servicio y quien no sirve, sencillamente no sirve para el liderazgo.

¿Cómo podemos aplicar esto a los jóvenes de la iglesia?

1. Entiende que el modelo de autoridad vinculado con posición es sólo eso, un modelo pero, no necesariamente el único o el mejor.

2. Entiende que tus jóvenes funcionan bajo otro modelo, uno basado en la autoridad otorgada o autoridad moral.

3. Entiende los límites de la autoridad formal, es decir, aquella vinculada con la posición. Es importante y bueno tener ese tipo de autoridad, pero puede ser insuficiente cuando trabajas con muchachos y muchachas postmodernos y tendrá que ir acompañado de la moral u otorgada.

4. Entiende el modelo usado por Jesús. Tuvo la autoridad formal pero no se aferró a ella y ganó su autoridad moral.

5. Entiende cómo ganar autoridad moral con los  jóvenes. Baja hasta su nivel, hazte como uno de ellos, sírveles, ámales, acompáñales espiritualmente y permíteles ver tu carácter e integridad.

Lecciones de un abrazo

abrazoHay abrazos cachichurris, abrazos de piquitos, abrazos de oso, abrazos de espantapajaros, abrazos de melcocha, los hay de todo tipo.  Quizá usted recordará que el año pasado por esta fecha, el italiano  Vinicio Riva, enfermo de  neurofibromatosis desde los 15, recibió un abrazo del papa Francisco, y en una entrevista concedida a la revista italiana Panorama, este oriundo de la localidad de Vicenza cuenta que al encontrarse con el Papasucedió algo milagroso.

«Primero le besé la mano, mientras él con la otra me acariciaba la cabeza y las heridas. Luego me acercó y me abrazó fuerte, me dio un beso en el rostro. Mi cabeza estaba contra su pecho y sus brazos me acogían. Me abrazó fuerte, fuerte».

«Intenté hablar, de decir cualquier cosa, pero no pude: la emoción era muy fuerte. Ha sido poco más de un minuto, pero a mí me ha parecido una eternidad. Luego he girado para ver a mi tía y le he dicho: aquí dejo las penas, aquí se quedan las penas», añadió.

«Sus manos eran suaves, suaves y bellísimas. Su sonrisa era limpia y abierta. Pero lo que más me ha impresionado es que no se puso a pensar si abrazarme o no. Yo no contagio pero él no lo sabía. Lo ha hecho y ya: me ha acariciado todo el rostro y mientras lo hacía solo sentía amor», agregó

Hace miles de años, sucedió otro  encuentro, el mismo  que terminó en un abrazo mucho más importante y sublime; es  el mismo que recordamos en este tiempo de Navidad.

Y es que en estos días de fiestas, no podemos llegar a la mesa navideña, sin evitar encontrar o el pavo en salsa, el arroz, la ensalada fresca o de papas, los tamales, etc… Así de esa manera, no podemos acercarnos a la primera historia de la navidad, sin repasar el episodio de la visita de María con su prima Elizabet.

Es justo detrás de ese jardín, ese mismo que extrañaba las vocecillas, saltos, gestos y juegos de niños, que las dos primas se funden en un abrazo y un cántico   El cántico de María, o el magnificat, por su primera palabra  en latín, o el primer villancico de aquella navidad, es un trozo de la poesía judía que no podemos obviar en estas fiestas.

Alrededor de ese canto se encuentra el abrazo familiar de la anciana Elizabet, esa prima que le da todo el apoyo a la muchacha de catorce años que ha viajado por tres o cuatro días, con preguntas, dudas y temores en su corazón.  Si había alguien necesitada de un abrazo cálido  humano, era ella.  Por eso viaja, no solo para felicitar a su prima que atraviesa por algo similar de extraño como ella, sino para encontrar respuestas, confirmación en la casa sacerdotal de Zacarías e Isabel.  Y eso encontró.  Encontró el abrazo familiar, pero la confirmación profética de que ese pequeño era el mesías, pues al salto del pequeño profeta, Juan, quien hace su primera proclama, su primer anuncio, que el salvador ha llegado, desde el vientre de su Madre, anuncia la llegada de ese tan esperado salvador.

Al escuchar esa confirmación, María explota en alabanza.  No es extraño lo que hace aquella pequeña princesa, pues ya María, hermana de Moises, Ana , Madre de Samuel, lo habían experimentado, miles de años atrás, al recibir el abrazo de ese Dios, silencioso por momentos, pero tan presente en sus experiencias.

En su canto, hay fragmentos de los salmos 31,8,34,4;59,17; 70,19; 89,11; 95,1; 103,17; 111,9; 147,6, proverbios 11 y 12, Habacuc 3,18.  Y en él hay por lo menos tres elementos.

El abrazo de un Dios salvador y personal.

María, desde los vrs. 46 al 49, se apropia del  pronombre  personal  (mi) y su derivados.   Expresa que la misericordia de Dios le ha visitado a ella, de manera personal, ha sido escogida como sierva entre muchas mujeres.  Esa misericordia que hemos experimentado cada uno de nosotros por nombre y apellido, de manera personal e intima.  Difícil de entender para cualquier hebreo de esa época  el Dios casi impronunciable, ahora se convertía en el Dios cercano, el Emmamuel.  Difícil de comprender en cualquier estructura religiosa de la historia, los dioses de las alturas, extraños en las calles del pueblo, se vuelve una experiencia enriquecedora para María y para todos aquellos que nos hemos unido a su villancico.

El abrazo de un Dios liberador.

De los vrs. 51 al 54.  María eleva la voz en contra de los opresores, poderosos, los ricos.  Por eso es un cántico revolucionario, del cual, encontrando asidero algunos grupos armados, han saludado de cerca la opción preferencial por los pobres.  Lo cierto, es que aquella muchacha, experimentada en desprecios, injusticias, por el sistema del imperio, anuncia, la visita de ese Dios que había guardado silencio por tantos años, trayendo liberación a los pobres.  Mateo, en el conocido sermón de la montaña, lo dirá  Bienaventurado los pobres, porque ellos herederarán el Reino.

El abrazo esperanzador de un Dios que camina en las generaciones

Si hay algo que debemos cantar junto a María, es la promesa de Dios de tener misericordia con nuestros hijos, nietos y las generaciones que les seguirán.  En el vrs. 55, anuncia que la misericordia es para la descendencia de Abraham, para siempre.  Es en esa tarea que no podemos dormirnos en los laureles, no podemos esperar que nuestros hijos, automáticamente tengan a Cristo en su corazón, solo porque desde pequeños vienen con nosotros a la Iglesia.  Es tarea de los Padres compartir la fe a la generación venidera.  Bendita promesa de Dios, la cuál María entona, y a la cual nosotros nos unimos.