Espíritu de Insatisfacción

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¡No estoy satisfecho con lo que está sucediendo en la Iglesia!!!– Me susurro un poco molesto un hermano el domingo anterior.  Como sabía,  que dicho hermano tiene un sobrenombre en los pasillos del «Quejista» , no le preste mucha atención en el momento, pero por la noche de ese día me detuve a profundizar en sus palabras y emociones.  Trate de ser lo más sincero conmigo mismo y el cargo que tengo dentro de la iglesia, más allá de una actitud defensiva que justifique lo contrario que él decía;  y aprendí un par de lecciones, que quiero compartir con ustedes.

De todos es sabido que vivimos en una sociedad de insatisfacción. La insatisfacción es:  Un sentimiento de malestar o disgusto que se tiene cuando no se colma un deseo o no se cubre una necesidad.  

Como lo dijera el poeta Samuel Levy, en su poema «Insatisfacción»:

Cuántas veces me pregunto

qué debo hacer de mi vida

y se reparten mis sentidos

al nacer esa agonía.

Sufro al ver que callo

y me siento esclavo del lugar

Se me ha tildado de tantas cosas

que un día como hoy, lo pienso,

debí ser musulmán

por mi afecto a las mujeres,

peor aún entre mis dudas,

debí ser tomado por la guerrilla

para apreciar la libertad.

Ser cobarde, para poder callar

los gritos de mi alma

No querer que me quieran

para no tener que amar

No ser tan romántico

pues del amor me nutro

Tampoco, el ser tan sincero

y es que mentir, no puedo,

jamás sacarle el gusto al sexo

para entonces ser un célibe más

De la insatisfacción no se libran ni doctores, abogados, ingenieros, amas de casa, músicos, jóvenes, ancianos, pastores, etc. La respuesta la podemos encontrar en el ADN de la etapa social que vivimos: La postmodernidad.

Los efectos de la Postmodernidad

Quizá usted se pregunta el por qué se hace tan evidente y popular el sentimiento de insatisfacción en este tiempo.  Parte de la respuesta está en la palabra POST-MODERNIDAD. Estamos viviendo en la post-modernidad y sus brazos nos asfixian.  En contraposición con la Modernidad, la posmodernidad es la época del desencanto. Se renuncia a las utopías y a la idea de progreso de conjunto.  Las palabras claves de la post-modernidad son decepción, Fastidio, y desencanto.

Es común encontrarse con jovencitos de 13 o 14 años, amargados, sin brillo, sin sueños, tristes consumidores de lo cotidiano.  Pero también es común, dentro de las iglesias, encontrarse con creyentes insatisfechos. ¿Por qué?

Razones en la Iglesia

 La búsqueda de la excelencia, la perfección,  holgazanería en el trabajo encomendado, la nostalgia de los «años maravillosos» -volver a los tiempos «antiguos» los que fueron mejores-  expectativas personales, la crisis de la media vida, frustraciones personales y heridas laborales del pasado,  metas medidas con el parámetro de los lineamientos empresariales y su escuela de la calidad total.  La mezcla de todos los elementos anteriores, reales y legítimos, son la razones principales de la mayoría de insatisfacción dentro de la Iglesia.

La insatisfacción y la queja

La Queja, es la muestra de disconformidad, oposición o protesta por alguna cosa.  De seguro usted se ha quejado más de alguna vez, o quizá, vive en una continua vida de queja.   Es uno de los espíritus que se ha introducido entre las rendijas de las ventanas en la Iglesia.  Espíritu ante el cual se necesita hacer algo.

 El mundo usando terapias del alma, ha intentado hacer algo, para muestra un botón, la campaña de la pulsera de los 21 días:

En Julio del 2006 Will Bowen propuso a su comunidad “El reto de los 21 días” con el propósito de ayudar a eliminar cualquier rastro de queja o lamento y sus nocivas consecuencias para el individuo.

Su propuesta fue muy simple: “Te colocas una pulsera morada con la leyenda UN MUNDO SIN QUEJAS y lo mantienes durante 21 días sin emitir ningún tipo de queja o crítica”; así sea “me duele la cabeza” o “nada me está saliendo bien”.

Si durante este periodo emites algún lamento  o queja, debes cambiar la pulsera de muñeca y volver a empezar. La mayoría de los participantes logró superar este reto, pero les tomó un mínimo de 5 meses, un tiempo que evidencia la presencia de la cultura de la queja en nuestras vidas.

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El comediante Eugenio Derbez, en comedia, pinta el espíritu de queja en la vida cotidiana, en un sketch que vale la pena verlo:

La biblia y la Queja

Santiago 3 dice que la lengua es un miembro pequeño, capaz de encender un gran incendio.  Por la queja el pueblo de Israel no entró a la tierra prometida.  Jesús al sanar, sacó fuera a las quejistas y lloronas (Mt.9:23), indicándonos, que no puede haber un mover de Dios en un ambiente  quejumbroso.  El negativismo, el pesimismo, la amargura son indicadores de la insatisfacción.

¿Dejaremos de evaluar lo que ha sucedido en nuestro alrededor? NO.  ¿Dejaremos de planificar, para alcanzar la excelencia? NO.

Es necesario seguir evaluando lo acontecido y lo no logrado y buscar la excelencia; pero no debemos permitir que la insatisfacción por lo no logrado, alcanzado, por lo que no tenemos; nos robe la bendición de ver el mover de Dios,  solo porque  no entra en nuestra escala de indicadores de éxito o expectativas.

Como niños berrinchudos

En Mateo 11:16-19, Jesús llamó fuerte la atención de la gente de su época, y los comparó a niños berinchudos, orgullosos e insatisfechos, que en la plaza no bailaron cuando hubo música de baile, y no lloraron cuando hubo cantos de tristeza.  No disfrutaron el mover de Dios en la presencia de Juan (Demonio tiene) ni el mover de Dios con Jesús(Comilón y bebedor).

Lo mismo puede suceder a nosotros: No ver el mover de Dios por el espíritu de insatisfacción.

¿Qué hacemos?

Lo que nos puede liberar del espíritu pegajoso de la insatisfacción y de la queja por lo no logrado, es la celebración en fe de lo que Dios ha hecho o hará.  ¿No andamos por fe? ¿Celebraremos solo lo que nuestros ojos físicos ven?

Necesitamos pedirle a Dios que nos enseñe a celebrar el mover de Dios, a  decir: Voy a bendecir a Dios por lo que ha sucedido, porque él,  es mas alto que lo que ha sucedido.  Pablo y Silás lo hicieron en la cárcel, las cosas no salieron como lo planearon, pero celebraron cantando la grandeza de Dios.

1 Tesalonicenses 5:18 dice: Den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús.  No siempre se puede estar agradecidos por las circunstancias, pero puede estar agradecido en la situación. Sé que Dios está obrando todas las cosas para bien. Él tiene un patrón y él adapta incluso las cosas malas en nuestras vidas en este patrón para el bien. El propósito de Dios para mi vida es mayor que mis problemas, así que en todo lo que puedo dar gracias.  Cada vez que nos quejamos, por lo general estamos siendo ingratos.

¿Podrías después de tu evaluación, celebrar lo que se logró?  ¿Podrías ver con ojos de fe y creer que algo Dios hará con lo que hiciste?

No a la mediocridad, pero un doble NO a la falta de celebración por lo que Dios ha hecho y hará en lo que se hizo; un doble NO, al espíritu de insatisfacción y queja, que anula el mover de Dios, a veces tan silencioso como el viento y la mayoría de veces, ilógico a la matemática nuestra.

 

Por persignarse, se aruñan

FariseosUna de las imágenes que en ésta semana santa, me  ha quedado más clara que otros años, es  la que describe,  el título de ésta entrada. La falsa espiritualidad de los lideres de Israel.

El famoso sanedrín, compuesta por sus 71 lideres:  Los Saduceos, los aristócratas, los liberales; los Fariseos estrictos escribas cumplidores de la ley y los laicos; todos ellos, retratados en tres episodios que pone en evidencia su falsa espiritualidad y su hipócrita  participación en los asuntos «santos del pueblo».  A ellos les va bien el dicho popular: «Por persignarse, se arañan» a ellos,  y a otros cuantos que conozco, primos hermanos del sanedrín de aquella época.

Primera prueba

Mateo 26:5 Pero decían: No durante la fiesta, para que no se haga alboroto en el pueblo.

No hay duda que eran falsos.  Atados por el silencio y la oscuridad del patio de Caifás,  se ponen de acuerdo para asesinar a un hombre inocente;  pero entre ellos, hipócrita mente  renuevan su pacto de santificar la fiesta.  No quieren ensuciar la pascua, la fiesta sagrada que Dios, años atrás había instituido, pero no les importa derramar sangre inocente.  No hay duda, la ceguera es la madre de la estupidez.  Están participando de un asesinato, pero quieren permanecer puros y sin mancha para celebrar la pascua.

Segunda prueba

Mateo 27:6 Los principales sacerdotes, tomando las piezas de plata dijeron: No es licito echarlas en el tesoro de las ofrendas, porque es precio de sangre.

Definitivamente sabían biblia, (y eso es lo preocupante) el dinero maldito, producto de una prostituta o de un asesinato, no podía participar de las ofrendas santas.  El asunto es que ese dinero lo habían provisto ellos para participar del asesinato de Jesús.  Los hacía impuros, reos y corruptos.  Su miopía espiritual, no dejaba ver, que por persignarse, se estaban arañando.  Falsos!!!!!  Querían guardar santidad, mostrar pureza, con manos sucias.

Tercera prueba

Mateo 26:65 Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: ¡Ha blasfemado! ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? He aquí, ahora mismo habéis oído su blasfemia. 

No le era permitido según Lev. 21:10, al sacerdote romper su vestidura. Pasaje que de seguro sabía muy bien, a menos, que no perteneciera a la descendencia levítica, y fuera el producto de un movimiento de cuello blanco, político y sediento de poder. Mostrar públicamente con un gesto de estar delante de alguien que había blasfemado, y no darse cuenta que él mismo estaba pecando, se llama: Hipocresía.

La imagen de los principales sacerdotes queriendo guardar la santidad de la fiesta, sin importarles quitar la suciedad interna de sus corazones, es el llamado de alerta, más sonoro que podemos escuchar en los pasillos de la iglesia de hoy.

En los pasillos donde ahora caminan, lideres santulones, amantes  blanquecinos de los primeros puestos y de las sabias decisiones, pero esclavos apasionados del pecado de cuello blanco, perseguidores de mujeres, adictos a la pornografía de madrugada.  A ellos, el dicho: «Por persignarse, se aruñan».